Síndrome poscolecistectomía
Postcholecystectomy syndrome.
Med Int Méx 2023; 39 (5): 788-796. https://doi.org/10.24245/mim.v39i5.8355
Guillermo Murillo Godínez
Medicina Interna, Querétaro, Qro., México.
“La colecistectomía en forma electiva tiene morbilidad…mínima”
(Muñoz KR, 1988)
ANTECEDENTES
En el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), entre 1995 y 2004 se realizaron 494,059 colecistectomías (División Técnica, 2005), y dado que en un estudio pionero en México se encontró que el síndrome poscolecistectomía (SPC) ocurre en el 23.1% (Aldama LKE, 2021), podría estimarse que, en nueve años, pudieron suceder 128,949 casos del síndrome poscolecistectomía, por lo que es importante tener nociones generales de este problema.
DEFINICIÓN
El síndrome poscolecistectomía puede definirse como la falta de alivio o recurrencia de los síntomas tras la realización de la exéresis de la vesícula biliar, tanto de forma urgente como programada (Monge JJ, 1961; Calvo JRyC, 2021), o como crisis de dolor abdominal superior, entre moderado e intenso, que se parece al que, antes de la intervención, no ofrecía dudas sobre su origen en cálculos biliares (Monge JJ, 1961; Sherlock S, 1997; Rigas B, 1995). Sin embargo, algunos consideran que debe abandonarse el término, pues no hay un acuerdo respecto de su alcance, sino que es lo que algunos llaman “un cajón de sastre” (Mora NJ, 2001), y no ha podido establecerse que dicho cuadro sea el resultado de la ectomía vesicular propiamente dicha (Pereyra R, 1987), llegándolo a considerar un posible mito (Cortina QME, 1985). En lenguaje similar, dicen que el término de síndrome poscolecistectomía es engañoso (Herold G, 1998), porque abarca un amplio espectro de enfermedades biliares y no biliares, trastornos que rara vez están relacionados con la operación en sí (Glasgow RE, 2021b) o, también dicen: “casi de forma invariable, al hacer una anamnesis cuidadosa se descubre que esos mismos síntomas precedieron a la colecistectomía y eran los que se pretendían aliviar con la intervención quirúrgica. Como tales síntomas se atribuyeron erróneamente a una alteración de la vesícula, no es de extrañar que permanezcan o recurran tras la colecistectomía. No existe, por tanto, el síndrome poscolecistectomía, ya que los mencionados síntomas no pueden atribuirse a dicha intervención” (Bynum TE, 1983). Otros precisan: “En rigurosa selección, deben incluirse estrictamente las afecciones circunscritas a la esfera biliar. Hay un sinnúmero de pacientes con trastornos digestivos, neurovegetativos o de otros órganos y sistemas que no corresponden a este síndrome. El nombre de síndrome poscolecistectomía no es el más adecuado, porque no es precisamente la colecistectomía, salvo que la misma haya sido incompleta, la que origina las molestias, sino factores a veces inadvertidos e independientes del acto quirúrgico” (Mazzariello R, 1987).
“La colecistectomía suprime al mismo tiempo el mal y el lugar de su producción
(las piedras y la cantera)”
KJA Lagenbuch (citado en Forgue E, 1950)
HISTORIA
El ginecólogo estadounidense James Marion Sims (1813-1883) realizó la primera colecistostomía (o colecistotomía) el 18 de abril de 1878 (Lyon G, 1911; Homans, J, 1948b; de la Garza-Villaseñor L, 2001). Carl (o Karl) Johan August Langenbuch (1846-1901), el 15 de junio de 1882, en el Hospital Lazarus, en Berlín, hizo la primera colecistectomía (Forgue E, 1950; Rojas OS, 2008; Haisley KR, 2019); en 1924, Bickham realizó la primera extirpación subserosa de la vesícula biliar (Skandalakis JE, 1984a); Erich Mühe realizó la primera colecistectomía por laparoscopia el 12 de septiembre de 1985b, y en México, en 1990, lo hizo Leopoldo Salvador Gutiérrez Rodríguez (Rojas OS, 2008). El término de síndrome poscolecistectomía fue acuñado por Pribram en 1950 (Pribram BOC, 1950).
ETIOLOGÍA Y FISIOPATOLOGÍA
Las causas del síndrome poscolecistectomía pueden dividirse en biliares y extrabiliares, entre las primeras están: estenosis (constricción traumática) de la vía biliar (Warren KW, 1971; Mora NJ, 2001), fuga de bilis, cálculos retenidos, cálculos intraabdominales (Calvo JRyC, 2021), bilioma crónico, absceso, muñón remanente del conducto cístico (Gray HK, 1944; Skandalakis JE, 1984b; Pérez MS, 2021), estenosis del esfínter de Oddi y la pancreatitis crónica (Alvarado OHF, 2015). Otros refieren como causas: las consecuencias fisiopatológicas de la ausencia del órgano vesicular y de sus funciones: concentración, eliminación específica alimentaria, acción laxante, acción digestiva coenzimática sobre las grasas (Bouchier IAD, 1983a; Preshaw RM, 1983b), inestabilidad funcional (discinesia) del esfínter de Oddi, con espasmos y atonías esfinterianas (Monge JJ, 1961; Rocha A, 1961). Otros mencionan como causas: diagnóstico prequirúrgico erróneo (Strode JE, 1970), especialmente en pacientes con un problema psicosomático previo, remoción incompleta de la vesícula biliar, muñón infectado que favorece la neoformación litiásica, cambios funcionales en las vías biliares (discinesia biliar) (Beckman H, 1948; Monge JJ, 1961; Sherlock S, 1963). En cuanto a la lesión iatrógena de las vías biliares, se ha puesto de manifiesto que la incorrecta interpretación visual es responsable del 97% de las lesiones y el 3% se debe a falta de habilidad técnica (Jackson PG, 2018). El método de acceso a la vesícula biliar es menos importante que una exposición adecuada (Homans J, 1948a); incluso, en el caso de pacientes pediátricos, hay quien dice que: “en nuestra opinión la colecistectomía laparoscópica en niños, realizada por cirujanos pediatras capacitados, es segura y mucho menos complicada que en los adultos, pero no por ello debe minimizarse el riesgo de complicaciones… en casos difíciles es conveniente asesorarse por cirujanos de adultos que tienen más experiencia en el tema; pero no entregándoles el paciente, sino invitándolos a participar. De esta colaboración el gran beneficiado será el enfermo y también los diferentes miembros del equipo quirúrgico” (Ossandón CF, 2005).
CUADRO CLÍNICO
El cuadro clínico puede consistir en: diarrea inducida por sales biliares tipo 3c o gastritis, esofagitis por reflujo, úlcera péptica, síndrome del intestino irritable, alteraciones en la mucosa duodenoyeyunal (duodenoyeyunitis por flujo biliar continuo). En México, el síntoma posoperatorio más frecuente fue la distensión abdominal (21.8%), seguido de dolor moderado (7%) y leve (6.4%), náusea (5.8%), diarrea (4.5%), dolor severo (1.3%) y vómito (0.6%) (Aldama LKE, 2021); en el caso de los pacientes con diarrea, no hay diferencia en cuanto a si la cirugía fue efectuada en forma convencional o laparoscópica (Cabrera-Mendoza F, 2021).
En Ecuador los síntomas gastrointestinales del síndrome ocurren con mayor frecuencia en adultos mayores del sexo femenino y a la larga pueden llevar a la pérdida significativa de peso corporal (Pizarro U, 2016); sin embargo, otros encuentran que es más común en jóvenes y que en vesículas alitiásicas pueden ocurrir en el 50 al 60% de los casos (Monge JJ, 1961; Mazzariello R., 1987), esto último llevaría a la aparente paradoja expresada por algunos de que el porcentaje de buenos resultados aumenta con la gravedad de las lesiones observadas en vías biliares (Weir JF, 1935); en México, los hallazgos fueron: edad media de 51.8 años y el 72.4% de los casos en mujeres (Aldama LKE, 2021). En un estudio realizado en Guatemala la incidencia del síndrome fue del 34%, sin importar la técnica quirúrgica utilizada, predominó en el sexo femenino de 31 a 40 años y en los hombres de 41 a 50 años, y la frecuencia de alteraciones fue: dispepsia (36%), epigastralgia (29%), náuseas (13%), diarrea (13%) y vómitos (6%); otros encuentran: dispepsia (10.7%), cólicos suaves (23.5%), cólicos graves y prolongados (3%) y cólicos permanentes (2.4%) (Bodvall, B, 1973). Otro estudio mostró el síndrome poscolecistectomía en un 43% de las mujeres y un 28% de los hombres (Jaunoo, SS, 2010); algunos distinguen entre un síndrome agudo y uno crónico, esto porque las anormalidades clínicas pueden ocurrir entre 2 días y 25 años después de la cirugía (Jaunoo SS, 2010; Alvarado OHF, 2015); incluso, hasta 37-40 años después (Mora, 2001; Ng C, 2020). La causa estaría en relación con la agudeza o cronicidad del síndrome: el síndrome precoz estaría en relación con: síndrome del cístico remanente, alteración de la vía biliar o fuga biliar, y el síndrome tardío sería ocasionado por alteración de la estructura biliar (Warren KW, 1968), litiasis residuales en el remanente cístico o inflamación del mismo, estenosis en la papila (Pérez MS, 2021).
SÍNDROMES EPONÍMICOS RELACIONADOS
Síndrome de Mirizzi: La obstrucción no cancerosa de los conductos hepáticos se conoce como síndrome de Mirizzi, descrito por el cirujano argentino Pablo Luis Mirizzi (1893-1964) (Mirizzi PL, 1948); originalmente se describieron dos tipos de síndrome de Mirizzi: en el tipo I el conducto hepático está comprimido por un gran cálculo impactado en el conducto cístico o en la bolsa de Hartmannd, la inflamación asociada puede contribuir a la obstrucción y a la formación de una estenosis en la sección central del conducto biliar extrahepático; en el tipo II el cálculo se ha erosionado en el conducto hepático común para producir una fístula colecistocoledociana (Glasgow RE, 2021a).
Síndrome de Sánchez Zinny: El síndrome coledocócico fue descrito por el también argentino Jorge Sánchez Zinny y consiste en síntomas moderados y alteraciones constantes en las pruebas funcionales hepáticas, lo que traduce una hipertensión biliar (Mazzariello R, 1987).
Síndrome de Bouveret: En ocasiones, los cálculos grandes pueden erosionar de forma directa un asa de intestino delgado adyacente y producir una obstrucción intestinal, lo que se conoce como íleon biliar o síndrome de Bouveret (Theise ND, 2015).
EXÁMENES COMPLEMENTARIOS
Deben realizarse: citometría hemática para orientar hacia causas infecciosas, pruebas funcionales hepáticas y determinación de amilasa y lipasa; también pueden requerirse estudios endoscópicos, colangiografía intravenosa, ultrasonografía, colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE)e (Fujii-Lau L, 2021a), aunque, como dicen algunos, la regla general es que para todos los casos la indicación de la CPRE debe ser no solo para procedimientos diagnósticos, también pueden colocarse endoprótesis para lograr el drenaje ductal (Sahar N, 2021d), colangiografía percutánea, tomografía axial, resonancia magnética y gammagrafía hepatobiliar con ácido iminodiacético (HIDA) (Alvarado OHF, 2015; Jensen SW, 2022); en el caso particular de la disfunción del esfínter de Oddi, con base en los resultados de las pruebas de laboratorio y de ultrasonografía, se ha propuesto clasificar a los pacientes en tres grupos: los que tienen “estenosis del esfínter” (antes llamados tipo I) manifiestan dolor biliar, elevación de los valores de la química hepática al doble de lo normal y colédoco dilatado (> 10 mm); los que tienen “trastorno del esfínter” (antes llamados tipo II) padecen dolor biliar más uno o dos de los hallazgos mencionados en el grupo anterior y los que tienen “dolor funcional” (antes llamados tipo III) tienen solo dolor biliar; la incidencia de disfunción del esfínter de Oddi, confirmada por medios manométricos, es de casi el 100% en el primer grupo, casi el 50% en el segundo y casi un 25% en el tercero (Yamada T, 2008; Friedman LS, 2023); los casos del primer grupo se asocian con alto riesgo de pancreatitis y no requerirían estudios manométricos; en los del tercer grupo, debe sospecharse una fuente no biliar de los síntomas y no se benefician con la esfinterotomía f (Friedman LS, 2023), o por celiotomía (Colp R, 1946).
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
El diagnóstico diferencial del síndrome poscolecistectomía incluye: aerofagia; cáncer de estómago, conductos biliares, páncreas, ampolla de Vater, colon; urolitiasis e hidronefrosis (Berk JE, 1958); adherencias intraabdominales, isquemia coronaria, mesentérica o ambas, neuritis intercostal (Berk JE, 1958; Glasgow RE, 2021b), giardiasis (lambliasis) (Mogena HG, 1940) y hernia hiatal (Berk JE, 1958; Mazzariello, R, 1987).
TRATAMIENTO
“La extirpación de vesícula biliar no perjudica la digestión. El paciente no necesita modificar cuantitativa o cualitativamente la ingestión de grasas, ni tomar preparados bucales suplementarios de bilis exógena”
Matthews FJ, 1959
Los enfermos con trastornos leves pueden ser tratados con coleréticos, enzimas digestivas y un régimen dietético bajo en grasa, con dieta blanda y comidas poco copiosas y más frecuentes (Mogena HG, 1940; Monge JJ, 1961; Mazzariello R, 1987), aunque otros autores (Hasse JM, 2017) son de la opinión de que, después de la extirpación quirúrgica de la vesícula biliar, la alimentación oral puede acercarse hacia un régimen alimenticio normal en función de la tolerancia, ya que según explican, en ausencia de vesícula biliar, la bilis se secreta directamente por el hígado al intestino. Los conductos biliares se dilatan formando una “bolsita simulada” con el paso del tiempo, lo que permite almacenar la bilis de una manera similar a la de la vesícula biliar original. El manejo debe ser condicionado por el diagnóstico específico y también sintomático, por ejemplo, con cisaprida, bloqueadores de canales del calcio (por ejemplo nifedipina), opiáceos, nitratos de acción prolongada, colestiramina, inhibidores de la bomba de protones (por ejemplo omeprazol), inhibidores de la fosfodiesterasa (por ejemplo vardenafil), aplicación de toxina botulínica en el esfínter, etc. (Adlercreutz E, Jaunoo SS, 2010; Isherwood, 2019; Jensen SW, 2022). En ocasiones, la psicoterapia y la administración de medicamentos (por ejemplo duloxetina, antidepresivos tricíclicos) es imprescindible (Monge JJ, 1961; Alvarado OHF, 2015; Friedman LS, 2023). La reintervención quirúrgica puede llegar a ser necesaria hasta en el 15-20% de los casos (Domarus, Av, 1956; Jensen SW, 2022). También, el predominio del síndrome poscolecistectomía en mujeres llevó a considerar, empíricamente, su tratamiento hormonal (por ejemplo, cuerpo lúteo, progesterona), con aparente mejoría (Adlercreutz E, 1953; Bodvall B, 1973).
PROFILAXIS
Pueden establecerse los siguientes recursos profilácticos: tratamiento temprano de las colecistitis litiásicas, evitar dejar císticos residuales y liberar los filetes nerviosos que los rodean, efectuar el examen de todos los órganos abdominales y del hiato diafragmático (Mazzariello R, 1987); debe advertirse al paciente que la colecistectomía no aliviará los síntomas procedentes de otras enfermedades (Monge JJ, 1961).
“…la cirugía de vías biliares no es cosa fácil. Requiere un perfecto conocimiento anatómico de la región y la colaboración estrecha de anestesista y ayudantes del cirujano. La cirugía moderna depende del team y no de la habilidad de una sola persona. También… esta cirugía no debe ser practicada por “cirujanos ocasionales” y vale la pena insistir en que la colecistectomía se práctica manejando estructuras cuyo tratamiento consigo gravísimas consecuencias para el paciente… Por si estos hechos no bastaran, hay que tomar en cuenta, además, que los vasos sanguíneos de esta región tienen con frecuencia disposición anómala…”
Quilantán AR, 1965
EPÍLOGO
La existencia del síndrome poscolecistectomía no ha variado sensiblemente: en 1934 se reportaba en un 20.6% (Howard JT, 1934); en 1952, en Rhode Island, la frecuencia era del 10 al 15% (Alvarado, 2015); en 1955 era del 10 al 15% (Glenn F, 1955); en 1963 se estimaba que dichos síntomas podían ocurrir hasta en un tercio de los pacientes sometidos a esta intervención quirúrgica (Sherlock S, 1963); en 1968, se refería la frecuencia del síndrome poscolecistectomía en un 10-25% (Bockus HL, 1968), incluso, se han llegado a reportar incidencias hasta del 40% (Jaunoo SS, 2010); en 1973, en una revisión de 36 estudios que incluyeron aproximadamente 20,000 casos de síndrome poscolecistectomía se encontró una persistencia de síntomas leves en el 9-35% y graves en el 2.6-32% (Bodvall B, 1973); en 1980, se reportaba una frecuencia del 14.3% (Grill W, 1980); sin embargo, se han reportado cifras extremas: por un lado, el 70% de los pacientes vistos en la consulta de aparato digestivo de la escuela de medicina de Oregón, en 1915, eran sujetos que habían sido ya operados (colecistectomizados) por las mismas molestias (Renner AA, 1935a); mientras que en 1947 en el VII Congreso Nacional de Medicina de La Plata se reportó que en los 25 años previos, se tuvo que reinternar a 63 de 1581 pacientes (3.9%) por recidiva de síntomas poscolecistectomía (Velasco SC, 1952). Se estima que más de 20,000,000 de estadounidenses tienen enfermedad de la vesícula biliar (Everhart JE, 1999; Bhalla S, 2021c); en el decenio de 1990 se realizaron aproximadamente 500,000-600,000 colecistectomías cada año en Estados Unidos, con al menos el 10% de los pacientes que padecieron síndrome poscolecistectomía; ocurren aproximadamente 50,000 o más casos de síndrome poscolecistectomía cada año (Jensen SW, 2022). Por lo anterior, es notorio que, a pesar de la frecuencia y de la persistencia del problema en el tiempo, no se mencione en los textos mexicanos de Cirugía General (Quijano NM, 1981; Aguirre RR, 2003; Vega MJ, 2017), o de Gastroenterología (Rebolledo LM, 1965; Villalobos PJJ, 2012; Méndez-Sánchez, 2018; Villalobos PJJ, 2020), y que el primer estudio de su incidencia en México se haya reportado en 2021 (Aldama LKE, 2021).
El síndrome poscolecistectomía no se limita a la población adulta, también se manifiesta en edades pediátricas, en donde su frecuencia se ha encontrado del 4.7% en Italia (Della CC, 2008), del 45% en Estados Unidos (Wesdorp I, 2000) y del 48.5% en España, en esta última, el cuadro clínico consistió en: dolor abdominal (100%), náuseas (62.5%) y vómitos (50%) (Gallego MN, 2016); pero, similarmente, la enfermedad no se describe en los textos mexicanos de pediatría (Shor PE, 1972; Picazo ME, 1981; Valenzuela HR, 1983; Rivera MR, 2017) o de cirugía pediátrica (Straffon OA, 1971), en estos últimos, quizá por no haber encontrado casos, aún con un seguimiento de varios años (Aspiroz JC, 1970).
“Las molestias postoperatorias a nivel de las vías biliares o, mejor dicho, la persistencia de la enfermedad o su recidiva, constituyen uno de los problemas diagnósticos más difíciles que encuentra el internista, el cual observa estos casos con mucha mayor frecuencia que el cirujano”
(Bergmann Gv, 1950)
“Los enfermos consideran como fracasos quirúrgicos toda suerte de recidivas después de la operación y huyen del cirujano
que les intervino”
(Casas SJ, 1949)
“El internista ve todo el organismo, a menudo a través de una niebla; el cirujano, ve sólo un órgano que está en desproporción con el resto del cuerpo y, por lo tanto, debe ser extirpado”
(Cushing, citado en: Renner AA, 1935b)
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a Del griego λαπάρα (lapára, flanco o región lateral del abdomen) y τομία (tomía, corte o incisión quirúrgica), una laparotomía debería ser, en sentido estricto, tan solo la incisión quirúrgica abdominal practicada a través de un flanco. Al resto de las incisiones abdominales, lo propio sería llamarlas ‘celiotomía’ o ‘peritoneotomía’ (Navarro FA, 2022).
b Inicialmente, la realización de E Mühe fue rechazada por la Sociedad de Cirugía Alemana, por lo que algunos consideran que el primer procedimiento fue el realizado por Philippe Mouret, en 1987, y popularizado, en 1989, por Dubois, Reddick, McKernan y Olsen (Roesch DF, 2008); en 1990, durante la convención de la Society of American Gastrointestinal and Endoscopic Surgeons (SAGES) se les dio el crédito de pioneros a: Dubois, Mouret, Perissat, Berci y Cuschieri, y hasta 1999, la SAGES reconoció la prioridad de E Mühe (Rojas OS, 2008).
c La diarrea inducida por ácidos biliares se divide en 3 tipos: tipo 1: debida a enfermedad ileal, resección o bypass (por ejemplo, enfermedad de Crohn, adherencias posoperatorias); tipo 2: congénita por ausencia de transportador de ácidos biliares ileales; tipo 3: poscolecistectomía y posvagotomía (Powell DW, 1992).
d A veces, sobre la cara anterior de la vesícula, inmediatamente proximal al cuello, el cuerpo muestra una dilatación sacular conocida como bolsa de Hartmann (DTM, 2012).
e Introducida en 1968 (McCune WS, 1968).
f Introducida en 1974 (Kawai K, 1974; Baron TH, 2021b).
Recibido: 9 de noviembre 2022
Aceptado: 12 de diciembre 2022
Este artículo debe citarse como: Murillo-Godínez G. Síndrome poscolecistectomía. Med Int Méx 2023; 39 (5): 788-796.
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