Ciencia Clínica
Med Int Méx. 2020; 36 (4): 607-608.
Manuel Ramiro H.
Alberto Lifshitz
Ciencia Clínica
Palabras y Plumas Editores. México 2020
Nuestro amigo Alberto Lifshitz ha aprovechado la confinación obligada por el COVID-19 para escribir un nuevo libro sobre Clínica. Parece que tenía algo pensado e incluso adelantado, pero en estos meses consiguió terminarlo e incluso publicarlo. En esta ocasión lo hace realizando un ensayo sobre la Clínica como ciencia, las dificultades que tiene para ser agrupada como actividad científica, los rechazos que sufre por los científicos para ser aceptada dentro de ese círculo, el valor que puede tener el ejercicio clínico practicándolo como ciencia.
Como todos los libros del Dr. Lifshitz, éste está escrito cuidadosamente con un lenguaje preciso, cuidado que me parece puede ser entendido tanto por los clínicos experimentados como por los novatos e incluso por los aspirantes a clínicos, pero también por los científicos de otro tipo a los que podría ayudar a entender por qué la clínica puede ser considerada una ciencia, aunque sea con particularidades sui generis, que también todas las ciencias tienen sus características propias. El libro tiene 78 citas bibliográficas, me parece, cuidadosamente seleccionadas, que incluyen algunas clásicas y otras novedosas y esclarecedoras en los ámbitos educativo, científico y de la práctica clínica.
Destaca todo el camino cómo la clínica tiene como valor fundamental ayudar al paciente, es una ciencia de servicio que está o debe estar permanentemente ligada al enfermo y al intento de solucionar, o cuando menos acompañarlo en los problemas que lo afectan. El acercamiento con el enfermo para poder saber qué le pasa y cómo se le puede ayudar constituye una particularidad especial que el médico adquiere, nos comenta las dificultades que tiene enseñar y aprender el oficio que esto requiere y que reúne diversos requerimientos técnicos, sociales, humanísticos, humanitarios, sociales y quizá lo más difícil una sensibilidad particular que debe existir tanto en el aprendiz como en el experto que funge como mentor.
En las reflexiones que hace sobre la posibilidad de incluir a la clínica como una actividad científica, destacan varios puntos. El concepto de metaclínica puede ser muy valioso con este fin; la describe como “la actividad de reflexionar sobre el propio ejercicio de la clínica, autorregulando las actividades prácticas… e incluso volver explícitos aquellos procesos que se realizan de manera intuitiva o no sistematizada”. La relación de las ciencias de la complejidad, o mejor dicho de la clínica dentro de las ciencias de la complejidad, es muy interesante, de manera superficial la clínica puede ser considerada una actividad simple o sencilla, que solo busca un diagnóstico para establecer un tratamiento, pero esto no es así, es una actividad muy complicada que requiere actitudes, habilidades, conocimientos que interactúan permanentemente y hacen de ésta una actividad muy compleja y cómo su estudio, investigación y análisis deberían incluir métodos propios de las ciencias de la complejidad. Nos comenta cómo la subjetividad, los aspectos humanitarios y humanísticos hacen a la clínica difícil de incluir dentro de las ciencias, desde luego estas propiedades son inseparables de la clínica, pero no necesariamente excluyentes, nos muestra sus conceptos sobre cómo la epidemiología clínica, la medicina basada en evidencias, la clinimetría, la lectura y publicación de literatura científica pueden hacer que la Clínica sea una actividad científica o cuando menos cada vez más científica. Sus conceptos sobre la medicina translacional, que es el original, son también muy valiosos; debiera ser un auxiliar para acercar a científicos de otras áreas con la clínica y a los clínicos con las ciencias básicas. Comenta sobre la tecnología, muy acertadamente, cómo no debe entenderse como un enemigo de la clínica, sino como parte de un nuevo armamentario que debe ser utilizado con juicio, prudencia, buscando siempre el mayor beneficio del enfermo; nos hace notar cómo la medicina defensiva, ésta sí una enemiga de la clínica, ha ido obligando al sobreuso de la tecnología. Con su gran experiencia como médico, como profesor de clínica y como funcionario educativo nos comenta las grandes dificultades que enfrenta la Clínica para ser enseñada y aprendida, yo agregaría que además ha sido muy subvalorada en los curricula tanto por profesores, alumnos y autoridades de instituciones universitarias.
Como editor tengo el sesgo y una vez comprobada su importancia y su calidad, como en este caso, pensar quiénes pueden ser los posibles lectores y cómo les puede ser útil. Desde luego, a los médicos expertos les puede ayudar a reafirmar la importancia que tiene su trabajo cotidiano y cómo puede mejorarlo. A los no expertos les puede ayudar a realizarlo mejor y con otra perspectiva. Pero el libro tiene un “mercado” aún más importante: los alumnos de la carrera de medicina. Ellos pasan de estudiar unas materias básicas sin un enfoque muy claro para los objetivos finales de la licenciatura, la de médico, a un grupo de materias en que se privilegia el aprendizaje de enfermedades subdividas por órganos, sistemas o especialidades. El momento en que el alumno aprende a acercarse al paciente, la importancia del diagnóstico, de la decisión terapéutica y del establecimiento del prónostico y los conceptos que humanitaria y humanísticamente lo envuelven de manera individual, toda vez, que la atención médica es siempre privada e individual. Se han hecho esfuerzos curriculares muy importantes, como la relación básico-clínica, pero no sé si lo han conseguido. Estoy seguro que la lectura de este libro en los días previos a iniciar las materias clínicas, tanto por los alumnos como por sus profesores, les haría conocer el reto al que se enfrentan su trascendencia y su importancia y aclararía qué es la Clínica.
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