Horacio Jinich
Med Int Méx. 2018 enero;34(1):162-163. DOI: https://doi.org/10.24245/mim.v34i1.1940
Horacio Jinich
Lifshitz A
Secretario. Secretaría de Educación Clínica, Facultad de Medicina, UNAM.
El pasado 27 de diciembre a las 20:30 horas falleció el Dr. Horacio Jinich a los 94 años de edad en la ciudad de San Diego, California, Estados Unidos, donde radicaba desde hacía varios años. Murió rodeado por su familia, quienes al tener indicios de su próximo fin se trasladaron para estar cerca de él.
El legado de Horacio Jinich no es sólo su imagen del médico ideal, auténticamente preocupado por sus pacientes y sus discípulos, permanentemente actualizado durante sus muchos años de ejercicio clínico, humanista, sabio y bondadoso; con eso hubiera bastado para dejar huella. Pero además, dejó obra escrita que también lo hace trascender y una legión de alumnos y admiradores que van a perpetuar su nombre.
Su formación en la licenciatura fue en la UNAM; se especializó en Medicina Interna en el Instituto de Nutrición y después en Gastroenterología en la Universidad de Cornell, Nueva York. Nunca dejó de lado la visión del paciente como un todo y fue de los primeros en hacer hincapié en los aspectos psicológicos de las enfermedades somáticas.
Sus pacientes le tenían auténtica veneración al grado que las dos veces que se estableció en el extranjero pagaban el viaje para ir a verlo. Mucho tiempo también estuvo dando consulta en México, aunque vivía en el extranjero; algún colega le prestaba un consultorio y venía más o menos una vez por mes a atender a algunos pacientes a los que citaba con tiempo. Viajaba vía Tijuana y se alojaba en un hotel de la colonia Roma.
En dos ocasiones consideró la posibilidad de radicar en Estados Unidos; la primera vez se contrató como profesor de la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia, de donde regresó para restablecerse en México; la segunda, que fue la definitiva, se colocó como Profesor de Medicina de la Universidad del Sur de California en San Diego (USCSD). Antes de irse esta segunda vez (y podría ser que también en la primera) decidió no dejar desamparados a sus pacientes mexicanos, sino que los encargó a varios médicos en los que tenía confianza. A mí me encargó algunos, tal vez porque les podría ser accesible mi consultorio. Allí fue donde lo conocí personalmente porque me mandó llamar y me entrevistó, seguramente por no dejar a sus queridos pacientes con cualquier médico. Desde entonces sigo atendiendo algunos pacientes del Dr. Jinich y aunque he hecho mi esfuerzo, no he logrado hacer que lo olviden y en cuanto tenían oportunidad lo consultaban.
Otros contactos que tuve con él fueron a propósito de algunos escritos míos sobre los que me hacía generosos comentarios y críticas. Pero la mayor distinción fue cuando me pidió que continuara con la publicación de las siguientes ediciones de su libro (ya casi clásico) “Síntomas y signos cardinales de las enfermedades”, que es texto de algunas universidades para la asignatura de propedéutica y fisiopatología. Aunque él había escrito sin ayuda las cinco primeras ediciones, ya se sentía cansado y no quería que dejara de publicarse. Yo sí tuve que recurrir a la ayuda de algunos colegas (Manuel Ramiro y Alberto García Mangas, este último también fallecido recientemente) y llegamos a los siguientes acuerdos: el libro seguiría llamándose “Síntomas y signos cardinales de las enfermedades de Jinich”; respetaríamos lo esencial de las ediciones anteriores, sólo actualizándolas y las regalías serían para el Dr. Jinich. Bajo este plan aparecieron las ediciones 6 y 7, pero él nunca se desentendió: nos enviaba párrafos actualizados para que los incluyéramos en el texto y nos hacía diversas observaciones.
Pero las aportaciones literarias y editoriales de Jinich van más allá de este texto: coordinó un libro de Medicina Interna de la Academia Nacional de Medicina que después se intentó reeditar sin éxito; también para la Academia tiene “El paciente y su médico”. Aportó escritos filosóficos y de narrativa médica que siguen siendo citados. Uno de los primeros libros fue “El paciente ictérico” un didáctico texto que, confieso, me permitió obtener una mención honorífica en mi examen profesional de la Facultad de Medicina de la UNAM porque sin haber leído nada más tuve la fortuna de que tocara ese tema y les causé muy buena impresión a los jurados simplemente explicando el texto que era muy fácil de entender.
Pero Horacio Jinich hizo muchas cosas más, muchas de las cuales desconozco. Erudito, amante de las artes, amigo de pintores, médico de figuras históricas. Promovió el expediente clínico orientado por problemas cuando era una novedad y algunos de sus preceptos se conservan en ciertos hospitales. Fue asesor del IMSS, pero nunca quiso ocupar una posición política o administrativa de alto nivel.
En fin, que ha muerto uno de los gigantes de la medicina mexicana que todavía existían.
Correspondencia/correspondence
Dr. Alberto Lifshitz
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