Dr. Miguel Ángel Garcés De León. El laboratorio de sensaciones
Med Int Méx. 2021; 37 (1): 157-159. https://doi.org/10.24245/mim.v37i1.5180
José Luis Sandoval-Gutiérrez
Subdirección de servicios auxiliares de diagnóstico y paramédicos, Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias Dr. Ismael Cosío Villegas, Ciudad de México.
“La vida es corta, el arte duradero; las oportunidades son fugaces; el criterio es difícil, y la experiencia engañosa.”
Primer aforismo de Hipócrates
A inicio del año convulso 2020 el Dr. Ramiro transmitió a través de la revista el fallecimiento del Dr. Garcés de León.1
Todos los que tuvimos el privilegio de ser alumnos de este gran maestro sentimos esta pérdida, recordamos sus aforismos, enseñanzas, anécdotas, chistes, opiniones y su gran cultura.
Era un gran creyente de la enseñanza oral, no fue, por desgracia, la escritura su medio de transmisión de conocimiento.
Actualmente no somos, ni seremos como esta forma de ser de gran maestro, las condiciones labores y sociales que formaban estas personalidades no están presentes.
Los grandes médicos como él eran considerados nuestro internet o google académico, ya que había las limitaciones naturales de la época desde el punto de vista tecnológico.
Actualmente toda la información está al alcance del celular, pero como bien decía el maestro “No hay que confundir información con formación”, ya que leer un artículo no te hace un experto.
Siempre al término de una presentación de un caso clínico generalmente difícil nos señalaba que con esto se concluye que “no hay enfermedades, hay enfermos”, frase que siempre oímos desde nuestro primer día en la facultad de Medicina, pero en sus palabras daban una importancia diferente.
A través de enlazar sus manos nos explicaba la anatomía del sistema cardiovascular y los grandes vasos.
Era un germanófilo, sobre todo por su proclividad a la música de origen austriaco, pero eso hacía que fuera criticado sobre todo por sus opiniones sobre la segunda Guerra Mundial, política, cuestión social, etc.
Tenía un escrito que leía ocasionalmente denominado “laboratorio de sensaciones” donde expresaba su filosofía de vida, gustaba acompañar la lectura con música clásica y vino.
Tuvo una vida fructífera y longeva, durante el tiempo de residencia de Medicina Interna (cuatro años) prácticamente lo vi todos los días, posteriormente, al egresar del Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, solo me encontré con el maestro en una ocasión, lo saludé afectuosamente y él también a mí.
La relación adscrito-residente ha cambiado, la excesiva tecnificación ha separado la fraternidad que antes se vivía, además, la excesiva resolución de conflictos por vía legal provoca un abismo aún más grande.
Recitaba con frecuencia el primer aforismo hipocrático con ciertos cambios de su inspiración, el maestro siempre lo gozaba como si fuera la primera vez.
Comentaba que el médico internista era como un director de orquesta, hacía énfasis en la necesidad de “vivir, no solo existir”.
Tenía un conocimiento vitivinícola, mucho antes que se hiciera moda en nuestro país: a pesar de haber vivido muchos años en Estados Unidos, no demostraba afinidad por su estilo de vida, tenía una visión más europea de las cosas.
Nunca buscó el poder ni los reflectores, pero su personalidad permitía que los mismos no le hicieran falta, siempre fue de lenguaje fluido, culto y agradable, acorde con sus modales, vestir y caminar.
Compartí muchas horas al rotar en el servicio de Geriatría donde él era jefe y en los pases de visita de Medicina Clínica.
Mi irreverencia de juventud hizo que discutiera con él muchas cosas de la vida médica y no médica, pero él nunca impuso su jerarquía ante mí, el paso del tiempo le dio la razón en muchos tópicos y a mí en otros.
Espero que estos recuerdos sirvan de un pequeño homenaje a este gran personaje de la Medicina mexicana.
Su persona era una combinación entre filosofía, ética, cultura, arte y medicina.
Lo seguiremos recordando, admirando y extrañando.
REFERENCIA
1. Ramiro HM. Dr. Miguel Ángel Garcés. In Memoriam. Med Int Mex 2020; 36 (1): 130-131.
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