La Medicina Interna en México

The Internal Medicine in Mexico.

Med Int Méx. 2021; 37 (5): 653-656. https://doi.org/1024245/mim.v37i5.6887

Manuel Ramiro H.

Editor

Hace unos días me invitaron a participar en un simposio con una charla acerca de la Medicina Interna en México, participé con internistas de otros países. La preparación de la plática me dio oportunidad de revisar algunas notas y de hacer reflexiones ahora que han pasado ya muchos años del inicio de la participación de la Medicina Interna en el Sistema de Salud de México.

El concepto de Medicina Interna se inició en Alemania a finales del siglo XIX, pronto se desarrolló y, desde luego, uno de los fundadores de lo que ahora es una especialidad fue Osler. Pero en México ya para 1895 había una sociedad de Medicina Interna creada, entre otros, por el Dr. José Terres y el Dr. José Montaña con otros médicos que se desarrollaron después en el Hospital General. Vinieron épocas convulsas por la Revolución y la calidad y capacidad de la medicina que se desarrollaban en ese hospital vinieron a menos. Después vinieron otros médicos que intentaron mejorar la atención médica, quizá uno de los primeros fue el Dr. Gustavo Baz, quien consiguió que a su regreso de sus estudios en el extranjero varios ocuparan un sitio en el Hospital General. De ahí surgieron dos de los ahora Institutos de Salud, el Hospital de la Nutrición y el Hospital de Cardiología que después se convertirían en Institutos Nacionales de Salud, uno de Cardiología y el otro de Ciencias Médicas y Nutrición, llevando cada uno de ellos el nombre de su fundador. En 1935 un grupo de distinguidos médicos fundaron la Sociedad Mexicana de Medicina Interna, entre ellos estaban: los doctores Ignacio Chávez, José María Zubirán, Teófilo Ortíz Ramírez y Manuel Vaquero. La sociedad tuvo poca vida activa académica y gremial, pero propició la fundación de otras sociedades médicas. En 1968 egresaron con título universitario los primeros especialistas en Medicina Interna de varios hospitales de la Ciudad de México; muchos de ellos empezaron a crear o a trabajar en otros servicios de Medicina Interna en diversos sitios del país. En 1973 el Dr. José Laguna García, entonces director de la Facultad de Medicina de la UNAM, reunió a los profesores de los cursos de especialización en Medicina Interna que entonces avalaba la Facultad. Eran Carlos Álvarez Amaya del Hospital Colonia, de FCN; Hugo Castañeda Adriano del Hospital López Mateos del ISSSTE, Luis F. Cervantes del Centro Médico Nacional del IMSS, Juan Cruz Krohn del Hospital de Nutrición, Jesús González Posada del Hospital de La Raza del IMSS, Miguel Guevara Alcina del Hospital Español, Jorge Lozano del Hospital General, Manuel Orozco Romo del Hospital Darío Fernández del ISSSTE, Alejandro Ovseiovich del Hospital de PEMEX, Rafael Sánchez Cabrera del CH 20 de Noviembre del ISSSTE y Bernardo Tanur del Hospital de Hacienda, que entonces aún no se fusionaba al ISSSTE. El motivo de la reunión fue realizar trabajos para establecer, formalizar y actualizar el programa del curso de especialización; los trabajos se extendieron por varios meses y en una parte del proceso fuimos invitados dos jóvenes, un internista recién egresado y uno por egresar, Alberto Lifshitz y un servidor, funcionamos como secretarios de actas como elaboradores del manuscrito, pero tuvimos la ocasión de observar un proceso que a la postre resultó fundamental. Al terminarlo y entregarlo al Dr. Laguna, éste los felicitó y los instó a presentarlo en la Sociedad de Medicina Interna, pero cuando le dijeron que no existía, les respondió que había que fundarla y así se hizo, a fines de 1974 un grupo de internistas había fundado la Asociación de Medicina Interna de México, empezó a funcionar con gran entusiasmo en 1975, con el Dr. Sánchez Cabrera como primer presidente y para noviembre se realizó la Primera Reunión Anual. Desde el principio se planteó a la agrupación como un mecanismo de reunión e identificación de los internistas, así como un sistema de actualización. Creo que todos estos propósitos se han cumplido a cabalidad, lenta pero progresivamente la personalidad de la Medicina Interna se ha ido estableciendo en sus dos facetas, una como especialidad terminal y otra como propedéutica de otras especialidades. Desde entonces se lleva a cabo anualmente un Congreso Nacional (en un ejercicio de humildad a las tres primeras se les llamó Reunión Anual), en donde los internistas tenemos oportunidad de convivir, de presentar los resultados de nuestros estudios y escuchar los avances de la especialidad. Al año siguiente González Posada, segundo presidente, estableció el Curso Anual, que desde entonces también se desarrolla puntualmente a mitad del año, y que proporciona un mecanismo para acercarse a los progresos de nuestra intrincada especialidad. En 1976 el propio González Posada, entonces presidente y Miguel Ángel Garcés de León, vicepresidente, asistieron a Helsinki al XIII Congreso Internacional de Medicina Interna a presentar a la AMIM y ésta fue admitida en el seno de la Sociedad Internacional. En el mismo 1975 establecieron las bases y se realizaron las tareas para fundar un Consejo de Certificación, el Consejo Mexicano de Medicina Interna CMMI; lo que se consiguió al final del año, siendo su primer presidente Juan Cruz Krohn, desde entonces funciona impecablemente, gracias a su seriedad y formalidad y ha sido un factor determinante para establecer las características del internista. Cruz Krohn, Sánchez Cabrera y Bernardo Tanur asistieron a Filadelfia al American Board of Internal Medicine a presentar los primeros resultados que fueron avalados a satisfacción. En 2002 la AMIM se convirtió en el Colegio de Medicina Interna de México, con el fin de ampliar su campo de acción, pero ha conservado intactas sus misiones iniciales.

Se hicieron varios intentos de tener una revista como medio para la publicación de los trabajos de los internistas, después de algunos intentos fallidos, en 1987 se creó Medicina Interna de México que desde entonces aparece puntualmente, al principio con tres números al año y ahora con seis y la publicación de varios suplementos; se ha ido mejorando en la indexación aunque, desde luego, queda camino por andar, el que no es fácil, especialmente por situaciones económicas. Medicina Interna de México ha sido de acceso abierto desde que no se conocía el concepto, no se cobra a los autores por publicar, afortunadamente se ha podido mantener una solvencia económica que ha permitido que ni la AMIM ni el CMIM tuvieran que hacer inversiones o gastos económicos.

Varios libros de Medicina Interna se han publicado en México, durante estos años, quizá el primero, aunque no lleve ese título, es el libro de procedimientos, reglas e instrucciones del Hospital de Enfermedades de la Nutrición que se realizó en 1947, en el mismo sentido Juan Homero Hernández Illescas publicó un manual en 1983. En 1987, la Academia Nacional de Medicina, con Horacio Jinich como editor en jefe, publicó un Tratado de Medicina Interna, que alcanzó dos ediciones. En 1988 Misael Uribe coordinó otro Tratado de Medicina Interna, que también alcanzó dos ediciones; ambos buscaban una visión panorámica, enciclopédica de la especialidad, parecida a la que tienen los libros americanos clásicos. En 1997 un grupo de internistas nos dimos a la tarea de publicar un libro de Medicina Interna, escrito por internistas y que intentara demarcar el campo de acción del especialista en Medicina Interna, cuando menos en México; al principio recibió críticas, pero poco a poco se ha ido estableciendo, han aparecido cuatro ediciones y se prepara la quinta; se le asignó el título de El Internista, Medicina Interna para Internistas, tratando de establecer, de afirmar el papel de la especialidad de Medicina Interna como una especialidad terminal. La AMIM y el CMIM han realizado otros esfuerzos editoriales en la búsqueda de medios útiles para la actualización del internista, destacó Temas de Medicina Interna y el de Temas Selectos de Medicina Interna, que desde hace varios años aparece anualmente realizada por los internistas que terminan su gestión al frente de nuestra agrupación.

Creo que los esfuerzos realizados han tenido logros notables, la identidad del internista ha ido haciéndose más clara al cabo de los años y en este momento la especialidad ocupó un sitio claro en el sistema de salud mexicano.

En 2016 los entonces presidentes del CMIM y del CMMI publicaron un escrito en que hacían notar que la inmensa mayoría de los egresados de los cursos derivaban su trabajo hacia otras especialidades, haciendo que el número real de internistas fuera disminuyendo. Me di a la tarea de comprobar el hecho y en colaboración con algunos funcionarios del IMSS busqué una explicación. Del IMSS egresan anualmente más del 60% de los internistas formados en México, en este Instituto se lleva anualmente una reunión muy interesante, que está coordinada por las autoridades laborales y educativas del IMSS con la participación del sindicato de la misma institución; en ella se distribuyen las plazas vacantes de médicos especialistas entre los egresados de sus cursos ese año. Nos dimos a la tarea de revisar cuántos egresados de los cursos de Medicina Interna fueron contratados entre 2012 y 2016 como internistas. Observamos que en la primera vuelta 87% de los egresados obtuvieron trabajo como internista, si bien muchas veces como puesto provisional (08), también es cierto que en la mayor parte de las ocasiones se vuelven en plazas definitivas al cabo de los meses. Hicimos entonces una observación y nos percatamos que la atención de los adultos enfermos, en el segundo nivel de atención, tanto en hospitalización como en consulta externa, se lleva a cabo en servicios de Medicina Interna, atendidos por internistas; esto cuando menos en el IMSS y en el ISSSTE y probablemente en los servicios de la Secretaría de Salud. En el tercer nivel de atención, prácticamente todos los hospitales tienen un servicio de Medicina Interna que interactúa con los servicios de otras especialidades. Parecierar que esto no sucede de la misma manera en otros países, en Estados Unidos el campo de acción fundamental se encuentra en el primer nivel y en varios de los países latinoamericanos y en España se encuentra más bien en el tercer nivel interactuando con otras especialidades.

A lo largo de estos años muchos internistas brillantes han egresado de los cursos y trabajado destacadamente en el Sistema de Salud de México. Para no correr el riesgo de dejar involuntariamente fuera a alguno de ellos, solo voy a destacar que el Dr. José Halabe Cherem es actualmente el presidente de la Academia Nacional de Medicina, la organización médica más antigua y destacada en nuestro país. Nunca antes un internista había alcanzado este escaño.

Queda trabajo por realizar para establecer sólidamente el papel del internista en el sistema sanitario mexicano, pero el camino está iniciado y con logros considerables, queda en manos de las nuevas generaciones buscar y conseguir metas más ambiciosas.

LECTURAS RECOMENDADAS

1. Ramiro HR, Lifshitz A, Tanur B. Historia reciente de la medicina interna en México. En: Lifshitz A, Juárez Díaz-González N, Ariza A (ed). Historia de la medicina interna. México: Asociación de Medicina Interna de México. JGH Editores, 2000.

2. Garcés de León MA. El pasado de la Medicina Interna. Medicina Interna de México 1987; 3 (4): 6-7.

3. Zubirán A, Baéz-Villaseñor J. Libro de procedimientos, reglas e instrucciones para el Hospital de Enfermedades de la Nutrición. Edición facsimilar 1947. México: Miguel Porrúa, 2016.

4. Hernández-Illescas JH, López-Herrera H (ed). Manual de Medicina Interna. Francisco Méndez Oteo. México, 1983.

5. Jinich H (ed). Tratado de Medicina Interna. Academia Nacional de Medicina. El Manual Moderno, 1987.

6. Uribe M (ed). Tratado de Medicina Interna. México: Panamericana, 1988.

7. Halabe J, Lifshitz A, López-Bárcena J, Ramiro M (ed). El Internista. Medicina Interna para Internistas. México: McGraw Hill Interamericana, 1997.

Recibido: septiembre 2021

Aceptado: septiembre 2021

Correspondencia

Manuel Ramiro H

[email protected]

Este artículo debe citarse como: Ramiro HM. La Medicina Interna en México. Med Int Méx. 2021; 37 (5): 653-656.

Sobre el Autor

Sin comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *