La nueva normalidad clínica

The new clinical normality.

Alberto Lifshitz

Secretaría de Enseñanza Clínica, Internado Médico y Servicio Social, Facultad de Medicina, UNAM, Ciudad de México.

Reconocer que la pandemia de COVID-19 entraña y entrañará realidades nuevas es inevitable. La sociedad, ya desde ahora, ha cambiado y muchas actividades tienen que hacerse de manera diferente de como solían realizarse. Para empezar, la humanidad entera se ha visto exhibida ante una minúscula partícula, ubicada en los límites entre lo vivo y lo inerte, que ha atentado una vez más contra la soberbia y la arrogancia de homo sapiens; el rey de la creación se ha visto nuevamente doblegado ante un enemigo más poderoso y ha tenido que mostrar, sin embozos, su real fragilidad y vulnerabilidad.

El confinamiento nos puso a prueba: cómo vivir sin salir, cómo ejercer la profesión desde casa. Exponerse no es una opción. Ir a trabajar aun enfermo para dar muestra de profesionalismo es suicida. Abdicar de ciertas pautas que defendimos siempre, como evitar la consulta telefónica o electrónica, o prescindir de la exploración física directa, ahora resulta prudente. Aprendimos a apreciar lo que perdimos, a convivir de otra manera, leer con placidez y sin prisa, escribir las reflexiones y no dejarlas pasar. Revalorar el tiempo, la inercia. Asumir la disciplina autoimpuesta, rescatar el valor de las relaciones personales no solo en términos de negocios y conveniencias laborales, sino en términos afectivos y solidarios, encontrar el sentido de nuestras actividades, convivir con las diversas culturas, entender mejor a los demás, apreciar la soledad, rejerarquizar valores intermedios, reivindicar el ocio creativo, revalorar la dimensión del tiempo.

Viene una transformación de la práctica clínica. No es sólo adaptarse a condiciones sanitarias y económicas diferentes, sino reconsiderar lo deleznable del imperio del ser humano, el desaire de lo superfluo, el auténtico respeto al medio ambiente y la fragilidad de la salud. Probablemente ya no podamos mostrar la cara en la interacción con los pacientes y toda la expresión facial no verbal menguará su magia. Limitaremos la contigüidad física, explorando con guantes bajo una diferente sensibilidad táctil. Los efectos sobre la confianza interpersonal y la relación médico-paciente se sentirán distintos. Se refuerzan la telemedicina, las videollamadas, las consultas digitales, todo lo cual requerirá una nueva regulación y capacitación. Mucho de lo que aprendimos va perdiendo vigencia. Las prescripciones a distancia también ameritarán una regulación apropiada. Muchas afirmaciones no podrán ser corroboradas y se tendrá que confiar en el otro aun sin pruebas. La robótica médica acelerará su desarrollo y los médicos tendremos que estar al acecho sobre su desempeño y sus limitaciones. La educación continua necesariamente será a distancia y habrá que aprender no tanto sobre el uso de los artefactos tecnológicos como sobre el comportamiento de los interactuantes.

Además, el sistema público de salud ha mostrado sus deficiencias y ha sufrido graves limitaciones en su apoyo y la medicina privada enfrentará las de la severa crisis económica, de modo que tendrá que haber nuevas alternativas.

La normalidad será otra; la visión romántica de la clínica ya no será. El virus nos alecciona para una naturalidad más eficiente que nos aleja de propagar enfermedad y nos aproxima a hacer honor a nuestra misión original, con diferentes obstáculos y barreras.

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