Los premios Nobel de Medicina: una historia a destacar

The Nobel Prizes in Medicine: a story worth highlighting.

Med Int Méx 2025; 41 (11): 645-646. https://doi.org/10.24245/mim.v41i11.10809

Puntualmente, en el mes de octubre, cada año esperamos el anuncio y entrega del premio Nobel de Medicina. Esta experiencia se asemeja a la mitológica historia de la olla de oro al final del arcoíris, con la pequeña y sublime diferencia de que la ceremonia de entrega de dicho galardón científico es y siempre será ese rincón exquisito que desafía nuestra comprensión y provoca una sensación de maravilla, asombro y esperanza en este mundo caótico.

A este efecto, se suma la emoción por lo imposible que ahora resulta predecir el área de estudio al que pertenecerá el ganador o ganadora del Nobel en los próximos 12 meses.

En 1901, la primera entrega en la historia de los Premios Nobel fue para Emil Adolf von Behring, quien descubrió que se podía combatir el tétanos y la difteria al inocular el suero de animales que desarrollan inmunidad ante estas enfermedades. Y aunque hace 10 años dominó la escena el descubrimiento de la bacteria Helicobacter pylori y su papel con la gastritis y la úlcera péptica (Barry J. Marshall y J. Robin Warren), hoy, el bálsamo del azar y la velocidad con la que la ciencia progresa, nos permitió sorprendernos al conocer el área de especialidad de Mary Brunkow, Fred Ramsdell y Shimon Sakaguchi, ganadores del Premio Nobel de Medicina 2025.

El profesor Sakaguchi fue merecedor de tal honor al identificar las células T, reguladoras responsables de la tolerancia inmunitaria periférica, capaces de proteger al organismo de enfermedades autoinmunitarias; aportación que abre un campo impresionante de posibilidades para la biología molecular, trascendiendo a otros elementos tisulares al reconocer la existencia de células moduladoras con funciones adaptativas que provocan la homeostasis tisular. Por su parte, luego de estudiar el gen Foxp3 en modelos de ratones con una enfermedad que escama la piel, Brunkow y Ramsdell lograron identificar que tales mutaciones afectan a los humanos con diversas expresiones de autoinmunidad.

La conjunción del trabajo de Brunkow, Ramsdell y Sakaguchi resultó en la integración del concepto ganador: cáncer, lupus, artritis, trasplantes y una lista enorme de afecciones ahora tendrán una oportunidad de tratamiento diferente.

No obstante, la premiación de dicho concepto y aportaciones también nos presenta un dilema de tipo filosófico: ¿se trata de un logro de la unión de las ideas, o es su diversidad la que nos lleva a la unión? Para Paul Oppenheim y Hilary Putnam “la unidad de las hipótesis puede lograr la explicación de conceptos más complejos a partir de principios más simples”, mientras que Jerry Fodor diría que “la desunión de la ciencia explica que la unidad no se basa en principios comunes, sino en la diversidad de los conceptos”. Sea por una premisa o por la otra, lo realmente importante es que somos testigos de un sincretismo fantástico que parece aportar un alfil al método científico que nos sorprendió en pleno siglo XXI con una maravillosa jugada. Así es la ciencia.

Por último, hay un par de elementos más por destacar en esta historia. No pasa inadvertiido el hecho de que los tres científicos de edad madura (Ramsdell de 60 años, Brunkow de 61 y Sakaguchi de 74) que consiguieron tan preciado galardón utilizaron tecnología de vanguardia e inteligencia artificial en su trabajo —no sin equilibrarlas con su indomable experiencia—. La integración de ideas con crítica universitaria, el financiamiento de origen no gubernamental, y la inclusión de inversores en un riguroso protocolo de regulación de ética empresarial, tal como sucede con la empresa Sonoma Biotherapeutics, de la que Fred Ramsdell es cofundador desde 2019. Mucho que reflexionar y mucho más por aprender.

Víctor Huggo Córdova Pluma

Editor

Noviembre de 2025

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